domingo, 17 de febrero de 2008

SOCIALISMO DE AYER Y SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

Interpelando al socialismoLas preguntas sobre el socialismo de ayer fueron contestadas por experiencias históricas literalmente desastrosas, por eso no podemos ver sino con serias sospechas las postulaciones que apuntan hacia la posible prefiguración o intento de construcción del socialismo del siglo xxi. El vocablo socialismo está actualmente carente de contenidos sustantivos, completamente vacío y, cuando mucho evoca un pasado de fracasos, de abortos históricos, donde la pluralidad, la libertad y la vida fueron los grandes sacrificados. Entonces, ante esa nueva apoteosis socialista es pertinente preguntar: ¿de cuál socialismo hablan? ¿Cuáles son sus fundamentos? ¿Cuál teoría revolucionaria? ¿Con cuáles actores sociales? ¿Es científico o utópico? ¿Será una utopía de nuevo tipo? Naturalmente, estas interrogantes no tienen respuestas, porque la palabra socialismo no dice nada nuevo ni bueno, ésta apreciación valorativa no es azarosa, responde a la trayectoria de lo que ha sido el socialismo en su recorrido hasta el presente.

Por otra parte, más allá de los ejercicios del intelecto está el tema de lo real que no se evapora por efectos de enroques teóricos. Porque resulta que como apunta más de un autor, el capitalismo ha demostrado una capacidad de auto- reproducción como no la ha tenido ningún sistema social en la historia y, no sólo la trama del sistema, sino el capital mismo que, actualmente incluso se ha vuelto abstracto, se ha desterritorializado al convertirse en capital transnacional. Asimismo, el capitalismo actual está articulado a la sociedad del conocimiento y de la información, es un postcapitalismo de dimensión global en la mirada de Peter Drucker.

En este contexto, términos como proletariado, burguesía, clase social, capital como principal fuerza productiva etc., han perdido sentido y no explican, ni siquiera interrogan, absolutamente nada del presente. En la sociedad del conocimiento se encuentra una verdadera cantera para visualizar de modo nítido y palmario, el estado de avería y precariedad en que han entrado estos conceptos. Por todo esto, cualquier tentativa para reabrir un debate sobre el socialismo debe encarar seriamente estos temas, sin el viejo chantaje de que se proponen una nueva utopía. Deben explicarnos, por ejemplo, cómo van a desmontar el capital transnacional, cómo van hacer con el mercado capitalista para forjar un socialismo de mercado o como lo quieran llamar. ¿Exceso de realismo? No, un antídoto para vacunarnos contra otro fraude del pensamiento, contra otra utopía sin anclaje histórico o, peor aún, contra una ficción que sirva de andamiaje para otro formato de totalitarismo.


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