domingo, 15 de junio de 2008

Robert Kennedy, 40 años de secreto complot

Gabriel Molina

El triunfo de Barack Obama como candidato a la presidencia por el partido demócrata este 3 de junio, ha hecho recordar a muchos una escena semejante hace 40 años. El 5 de junio de 1968, tras una campaña primaria tan dura como esta, fue asesinado el también Senador Robert F. Kennedy (RFK), cuando se le declaró vencedor.

No eran esas las únicas semejanzas. En ambas ocasiones los vencedores llevaban como tema principal acabar con la guerra. La de Vietnam entonces, la de Iraq ahora. En ambas ocasiones los aspirantes eran carismáticos jóvenes que despertaban entusiasta esperanza entre las multitudes. En ambas ocasiones se desafiaba al espectro del complejo militar-industrial, el poder real.

Las revelaciones de David Talbot en su libro Brothers, unidas a las fotos y filmaciones en el Hotel Ambassador, donde fue asesinado RFK, proporcionaron nuevas evidencias a la tesis de que la CIA y las mafias italiana y cubano-americana participaron no solo en el escandaloso magnicidio de John F. Kennedy (JFK) en 1963, sino también en el explosivo asesinato de su hermano RFK cinco años después. Algunos testigos han identificado a tres altos oficiales de la CIA que ocuparon cargos de responsabilidad en las gigantescas operaciones secretas contra Cuba, durante los años 60, desde la Estación JM Wave situada en Miami, la mayor de la Agencia en esa época. Son ellos George Joannides, que se desempeñaba en aquella cruzada como jefe de Operaciones de Guerra Psicológica; David Sánchez Morales, jefe de Operaciones Especiales, y Gordon Campbell, jefe de Operaciones Marítimas.

El informe dado a conocer a principios del pasado año 2007, es el resultado de tres años de investigaciones realizadas por el cineasta Shane O’Sullivan y el escritor Talbot, las cuales revelan que esos altos oficiales estuvieron asignados en 1963 a la guerra secreta contra Cuba, uno de cuyos objetivos era asesinar al entonces Primer Ministro Fidel Castro. Las evidencias han vuelto a traer a la actualidad la conclusión a la que llegó el Comité Especial de 12 miembros de la Cámara de Representantes dirigido por Louis F. Stoke: grupos de la CIA y las mafias italiana y cubana, participaron en el magnicidio de Dallas y también en el crimen del hotel Ambassador en 1968.

El reporte de Shane O’Sullivan, transmitido en BBC Newsnight, asegura que los operativos y cuatro asociados, aún no identificados, estaban allí momentos antes y después del atentado. Esa presencia es sospechosa porque "la CIA no tiene jurisdicción doméstica y algunos de los oficiales estaban basados entonces en el sudeste de Asia y no tenían razón de estar en Los Ángeles".

GEORGE JOANNIDES, EL GRIEGO DE DOBLE JUEGO

El principal oficial CIA presumiblemente identificado en las evidencias gráficas era George Joannides, nacido en Atenas en 1922, quien trabajó en 1949 para el servicio de información de la embajada griega en Washington. En 1951 ingresó en la CIA y después de 1959 fue asignado en Miami a la estación más grande de la compañía en esa época, dedicada a conspirar contra Cuba, y trabajó estrechamente con un grupo terrorista basado en Nueva Orleans llamado Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE).

Joannides, designado por Richard Helms, director de la CIA, para representar a la Agencia en la investigación del Comité Especial del Congreso realizada desde 1976 hasta 1978, participó, según se ha sabido por documentos desclasificados recientemente, en los contactos del DRE con Lee Harvey Oswald en agosto de 1963, antes del crimen de Dallas.

La CIA no reveló que este oficial había jugado un importante papel en los eventos de 1963, particularmente en el encubrimiento de los lazos de la agencia con Oswald, lo cual lo ha hecho sospechoso de la conspiración para ligar al "tirador solitario" con el gobierno cubano.

Robert Blakey, jefe de los investigadores del Comité Especial del Congreso, montó en cólera al enterarse, después de la muerte de Joannides en 1990, pues él había depositado confianza en la colaboración que dicho oficial supuestamente prestaba al Comité, por encargo de Richard Helms.

"Ya no confío más en la cooperación de la Agencia Central de Inteligencia con el Comité", declaró Blakey y manifestó que se había centrado en Oswald, en los meses pasados por este en Nueva Orleans antes de ir a Dallas y en particular, en su intento de penetrar al grupo del DRE, pues eran temas cruciales, tanto en la investigación de la Comisión Warren en 1963, como en la del Comité de la Cámara en 1976. El profesor calificó como ultraje que la CIA no hubiese informado a ninguna de las dos comisiones sobre la "relación financiera y otras conexiones con el DRE, un grupo con el que Oswald sostenía tratos directos", lo que consideró "una obstrucción a la justicia".

Se refirió a las quejas de su staff de que Joannides, lejos de facilitar la cooperación, la obstruía. Cuando las trasladó, la CIA las atribuyó a la juventud de los investigadores. "Yo estaba equivocado, los investigadores tenían razón. Ahora creo que el proceso carecía de integridad, precisamente a causa de Joannides. No fuimos capaces de conducir una investigación apropiada de la agencia. Ahora no creo nada de todo lo que la agencia dijo al Comité. Muchos me han dicho que la cultura de la agencia es de prevaricación y disimulo y que uno no puede confiar en esta gente. Fin de la historia¼ Yo estoy ahora en el campo de los que así piensan".

MORALES, EL ASESINO PREFERIDO

David Sánchez Morales, natural de Arizona, es otro de los oficiales CIA inexplicablemente presentes, según O¢ Sullivan, en el Hotel Ambassador el 5 de junio de 1968. De larga historia en el trabajo sucio de la Agencia, a la que ingresó en 1951, el Indio, como era conocido debido a su ascendencia, comenzó a destacarse por su participación en el derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz en Guatemala. Después pasó a prestar servicios entre 1955 y 1957 en la embajada de Estados Unidos en Caracas, "donde consolidó su fama como asesino No. 1 de la CIA en América Latina. Era el hombre preferido de la Agencia para la realización del trabajo sucio". Entre 1958 y 60 estuvo en la embajada de Estados Unidos en La Habana, donde apoyó a Batista y combatió a Fidel Castro.

Morales es descrito por Tom Clines, también jefe en la JM Wave, como una leyenda en casi todas las operaciones encubiertas de la CIA, siempre ligado a los actores principales de ese grupo del trabajo sucio, en particular Ted Shackley, quien fue segundo de George Bush padre para operaciones Especiales en la CIA, y David Atlee Phillips, jefe de las operaciones contra Fidel Castro.

O’Sullivan pudo identificar a Morales a partir de una foto de este personaje, tomada en Cuba en 1959, donde tenía fachada de cónsul. Desde entonces data su relación con Phillips.

Además del liderazgo en la Estación JM Wave que organizó la invasión por la llamada Bahía de Cochinos, según Clines, Morales participó con Félix Rodríguez en 1967 en la persecución y asesinato del Che Guevara. Un alto oficial de la CIA, Edwin Wilson, afirmó que el verdadero asesino del Che fue David Sánchez Morales.

En Laos y en Vietnam, el Indio cometió innumerables asesinatos bajo las órdenes de Ted Shackley y Dave Phillipps, la sangrienta Operación Phoenix. La obra The Politics of Heroin: CIA Complicity in the Global Drug Trade, de W. McCoy, da a conocer que Shackley y Clines organizaron una reunión en 1968 entre Santo Trafficante y Vang Pao, para crear una megaoperación de tráfico de heroína. Morales, Félix Rodríguez, y otros cubanos veteranos de la brigada 2506 que invadió Cuba en 1961, participaron en ella.

En 1970 Morales pasó a trabajar a Chile donde se dedicó, en la Operación Cóndor, a la desaparición de líderes políticos y obreros, sobre todo después del derrocamiento y muerte del presidente Salvador Allende, donde ayudó a Pinochet en su campaña contra el presidente y después en la feroz represión. Se jactaba de haber estado envuelto en importantes asesinatos por cuenta de la CIA, que ayudaba a planear.

El Indio Sánchez Morales era muy violento, muy agresivo, y hasta sus jefes le tenían miedo, según informes. Pero sus amigos dicen que al final temía un ataque contra su vida de parte "de su propia gente". Murió de un sospechoso ataque al corazón, días antes de testificar ante la Comisión Selecta de la Cámara de Representantes que investigaba el asesinato del presidente Kennedy. También murieron en circunstancias misteriosas, antes o después de declarar para el Comité Stokes, otros involucrados como el capo mafioso John Rosselli, Rip Robertson y el empresario y agente William Pawley.

El investigador Gaeton Fonzi reveló que Morales pudo haber sido el hombre de aspecto latino que fue visto con Lee Harvey Oswald en la casa de Silvia Odio en New Orleans, de acuerdo al testimonio del ex agente CIA Paul Bethel, quien trabajaba para Phillips. Fonzi y otros investigadores involucran también en el magnicidio a Carl E. Jenkins, Chichi Quintero, William Pawley, Roy Hargraves, Edwin Collins, Herminio Díaz, Tony Cuesta, Eugenio Martínez, Virgilio González y Felipe Vidal Santiago.

Uno de los oficiales CIA de JM Wave, Bradley D. Ayers, identificó en la filmación a Sánchez Morales, Campbell y Joannides y denunció que ellos tres y muchos de la JM Wave tuvieron "íntimo conocimiento operacional con las circunstancias que rodearon el asesinato del presidente Kennedy". Citó además a Theodore Shackley, Félix Rodríguez, Thomas Clines, Grayston Lynch, Rip Robertson, Edward Roderick y Tony Sforza.

En cuanto a Gordon Campbell, el curso de las investigaciones ha hecho pensar que participó durante años en operaciones marítimas contra las costas de Cuba. Se ha podido identificar, con testigos de esas acciones, como alguien con un bajo perfil público, que prefería actuar "en las sombras".

Aún están sin desclasificar documentos clave de la CIA que según la investigación de la Cámara de hace 20 años, probarían la teoría de la conspiración que acabó con la vida del presidente Kennedy. Ahora las evidencias apuntan también en el caso de Robert hacia los mismos sospechosos, 45 años después del magnicidio. Ellas corroboran que aquello fue un verdadero Golpe de Estado, cuyos autores aún son protegidos por la CIA y por el presidente Bush, como en el caso de Posada Carriles.

Durante varios años, Kennedy pareció endosar el Informe Warren y su teoría del tirador único en el asesinato de su hermano. Pero en privado, continuó trabajando asiduamente para esclarecer la muerte de su hermano.

Pero al responder preguntas de asistentes a un mitin político, anunció que de ser elegido reabriría la investigación sobre el polémico dictamen definiendo a Lee Harvey Oswald como el único culpable, asumido por la Comisión Warren creada por Johnson. Dos meses después, el 5 de junio de 1968, logró la candidatura en la reunión en el Hotel Ambassador de Los Ángeles.

Los asesinos decidieron que no correrían el riesgo de que alcanzara la presidencia que todos pensaban ganaría fácil a su contendiente republicano, Richard Nixon, ya derrotado por John en 1960. No esperaron más y acabaron con él.

Los temores de que la historia se repita no son infundados, como tampoco innegables. Es cierto que Obama ha afrontado a la Mafia de Miami y al poder militar-industrial que patrocina a Bush. Pero no estamos en 1963 ni en 1968 cuando fueron asesinados los Kennedy.

Recuérdese que en 1933 Franklyn D. Roosevelt obtuvo el apoyo del poder real con un programa progresista para la época. No debe olvidarse tampoco que Obama ha sido el candidato con mayor apoyo de fondos, que provienen mayormente del gran capital, lo cual es decisivo en todas las elecciones en Estados Unidos. Algunos creen que pueden haber apostado por él porque sería un candidato más vulnerable que Hillary. Pero creo que sería una jugada demasiado riesgosa. En 1933 el capitalismo de Estados Unidos estaba en crisis y para ellos era necesario salvarlo. Algo parecido sucede ahora.

En el próximo noviembre, se despejará la incógnita de las elecciones y días después se cumplirán 45 años del magnicidio, sin que la CIA haya sido obligada a desclasificar los secretos del complot, como demandó el Comité Especial de Stokes hace ya 20 años. Porque cuando George Bush padre —parte importante en el grupo de los trabajos sucios de la CIA—, se catapultó desde la dirección de la agencia hasta la presidencia con Reagan, la dinastía familiar ha contaminado el poder en un nivel de corrupción tal que la salvación del país tiene que pasar por un verdadero cambio. Que comienza por deshacer estos secretos y estas mafias americanas y cubanas y comprender cuáles son los verdaderos intereses de Estados Unidos.


Granma

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