POR LILLIAM OVIEDO
El 15 de febrero de 1966, cayó en la zona de Santander, en Colombia, el sacerdote Camilo Torres Restrepo, quien combatía junto a las fuerzas del Ejército de Liberación Nacional (ELN). El 16 de febrero de 1973, Francisco Alberto Caamaño Deñó, herido en combate y capturado, fue fusilado por oficiales del Ejército encargados de preservar la estabilidad del régimen encabezado por Joaquín Balaguer y sostenido por el poder estadounidense. Historia que no ha concluido. Rebeldía cuyos motivos no han cesado. Símbolos a enarbolar justo ahora, cuando los sectores más retrógrados pretenden seguir añadiendo nombres a una lista elaborada con los criterios de imposición que dicta la prepotencia imperialista.
La propuesta del Presidente Hugo Chávez de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, sean tratadas por los Estados como fuerza política insurgente y no con la etiqueta de terroristas que les han colocado Estados Unidos y la Unión Europea, es el pretexto que han encontrado personeros de lo peor del exilio cubano (enemigos de todas las fuerzas progresistas) para solicitar que sea incluida la República Bolivariana de Venezuela en la lista de países que apoyan el terrorismo, otra lista que ha elaborado la prepotencia imperialista para castigar la defensa de la soberanía y exigir sumisión a los gobernantes.
El asunto no es de forma. Presentando la rebeldía como delito, el Ejército y los organismos de inteligencia de Colombia se presentaron ante el mundo como autores de la muerte de Camilo Torres en 1966. Siete años después, en 1973, presentando como limpios y transparentes los fraudulentos procesos electorales montados para dejar a Balaguer en el Palacio, oficiales de las Fuerzas Armadas de República Dominicana fusilaron a quien había sido líder de la resistencia contra la invasión estadounidense de 1965, Francisco Alberto Caamaño. Aquí y en Colombia, a la definición de los gobiernos nacionales hay que añadir la tutela estadounidense.
Hoy, por figurar las FARC en la lista de organizaciones terroristas, Álvaro Uribe Vélez, sus aliados políticos y el alto mando militar que sustenta su gobierno, confiesan que se proponen eliminar a todos los guerrilleros. No hay que hacer esfuerzo alguno para advertir que quienes proponen incluir a Venezuela en el llamado “eje del mal” intentan desestabilizar el proceso revolucionario, pero también pretenden justificar planes de magnicidio.
A la cabeza de los legisladores conservadores que hicieron la propuesta en el Comité de Relaciones Exteriores del Congreso de Estados Unidos está la cubano-estadounidense Ileana Ross-Lehtinen, quien en el año 2006 declaró a una cadena británica que vería con agrado que alguien asesinara al Comandante de la Revolución Cubana, Fidel Castro. ¿Alguna duda de que los sectores recalcitrantes pretenden castigar la rebeldía?
Han atentado durante muchos años contra Fidel, y atentan ahora también contra Chávez.
Hace 42 años mataron al padre Camilo, quien asumió la lucha armada al darse cuenta de que vistiendo la sotana podía practicar la caridad pero le era prohibido impulsar la lucha por la justicia. Hace 35 años mataron a Francisco Alberto Caamaño Deñó, convertido en símbolo de rebeldía por haber luchado contra la grosera invasión estadounidense y contra Joaquín Balaguer.
El mejor homenaje a quienes, como Caamaño y el padre Camilo, han luchado contra la desigualdad, la sumisión y el abuso, es exaltar el valor de Fidel Castro y preservar a Hugo Chávez.
Los recursos naturales de América Latina deben servir para impulsar el desarrollo regional… Y los estrategas que en el documento Santa Fe IV consignan que deben estar a la disposición de Estados Unidos para sus intereses de seguridad nacional, plantean ahora que es urgente sacar de escena, como figuras presentes o como símbolos, a quienes encarnan la rebeldía.
Es deber de conciencia hacer fracasar ese intento de desdibujar la memoria y manipular el presente... La sumisión al poder es asqueroso oportunismo; la rebeldía, en cambio, es la más sublime expresión de amor...