jueves, 5 de agosto de 2010
Testimonio de Jimmy Sierra sobre desaparición Narcisazo
EL PERIODISTA Y PROFESOR UNIVERSITARIO DESAPARECIÓ EL 26 DE MAYO DE 1994
Jimmy Sierra
Santo Domingo
El LISTÍN DIARIO, en su editorial del viernes 16 de julio del corriente 2010, titulado “Que se aclare también lo de Narcisazo”, luego de referirse a un trabajo anterior que publiqué en ese mismo periódico, expresa: “Creemos que Sierra ya está compelido a dar un testimonio más amplio sobre el destino de su amigo Narcisazo, que sería muy oportuno ahora que se renueva el interés por conocer quiénes ordenaron y mataron al periodista Orlando Martínez y a otras figuras notables, en aquel tiempo balaguerista, cuyos crímenes siguen cubiertos hoy por muchos velos densos de misterio o de dudas”.
Después de una profunda reflexión sobre el particular, he decidido dar respuesta a este emplazamiento, a sabiendas de que podría, muy a mi pesar, estar echando sal sobre una herida que después de dieciséis años aún sigue abierta.
Pero el tiempo partero de la historia lo es, además, de la verdad. Es por eso que estoy obligado a dar esta respuesta, aunque sé que con ello corro el terrible riesgo de perder el cariño de algunos que me amaron y que, a partir de ahora, me vituperarán.
Lo primero que debo decir es que, a mi parecer, en la decisión final de Narcisazo no pesaron de manera significativa los asuntos familiares. Tati, su esposa, sufrida y abnegada, estuvo en todo momento al lado suyo. Y él amó a sus hijos como todo buen padre. Los problemas graves fueron de otro tipo. Se refieren a serias frustraciones y traiciones que sufrió amargamente durante los últimos años de su vida.
Quizá todo comenzó cuando el MPD se dividió, a fines de los 60s. Yo viví las consecuencias que produjo esa ruptura en el amigo Narcisazo, pues para entonces ambos éramos miembros del comité ejecutivo de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED).
Él tuvo que dejar su puesto en aquella organización y esa fue, con toda seguridad, la única vez que alguien le vio llorar. Luego, salió del MPD y siguió su camino solitario, que recorría hasta el final.
Más tarde, fundó con un compañero el centro de estudios “El Maestro”; y cuando ese colegio estaba en su apogeo y se presentaron conflictos financieros, en lugar de reclamar sus derechos de propiedad prefirió retirarse y dejar su parte al socio. Esta fue su segunda gran frustración.
Luego, sobrevino su enfermedad, de la cual tuvo las primeras noticias al sufrir varios accidentes de tránsito, por lo que le prohibieron conducir. Duró un tiempo sin saber cuál era la causa real de sus problemas de salud hasta que en Cuba le descubrieron el mal, que se agravaría paulatinamente debido, en parte, a que se descuidó en tomar los medicamentos.
Programa de televisión
En 1988 nos unimos para hacer “Memorias del padre José Miguel”, un programa semanal de televisión que al tiempo que nos serviría para impulsar nuestras ideas nos iba a permitir un respiro económico (los dos estábamos muy mal en ese aspecto). Fieles a nuestros principios, elaboramos una carta-oferta dirigida a los eventuales anunciantes, advirtiéndoles “que no permitiríamos publicidad de alcohol o tabaco”. Nuestra ingenuidad fue tal que, incluso, visitamos a unos amigos en las empresas “Tabacalera” y “Barceló”, llevándoles la oferta.
“Memorias del padre José Miguel” salió por Teleantillas y se mantuvo en el aire, gracias, en particular, al apoyo que nos brindó Manuel Corripio, que desdeñó las deudas generadas por el programa, bajo el argumento de que “el espacio le da lucidez al canal”.
Al final, cuando el programa agonizaba por falta de respaldo financiero, entendimos que la televisión la pagaban, en ese momento, el alcohol y el tabaco y que un anuncio tan solo duraba 30 segundos, mientras el programa tenía una hora. Decidimos, entonces, recurrir a este tipo de patrocinio. Pero, al dirigirnos a los amigos nos dijeron: “Le tomamos la palabra: no alcohol ni tabaco”.
Así, “Memorias del padre José Miguel” murió, luego de estar diez meses en el aire, tiempo durante el cual no ganamos ni un solo centavo.
Vino entonces la decepción terrible de la UASD.
Todo el que conoció a Narcisazo sabe lo que el magisterio significaba para él. Profesor de más de 30 años, la cátedra era una de sus pocas satisfacciones. Entendía que el rol más importante de su vida era el de educar, orientar, guiar a la juventud para que no sucumbiera por esos pedregosos caminos que ya se veían venir.
Y un día le encontré saliendo de Humanidades, muy triste. “¿Qué te pasa?”, le pregunté. Tomó un poco de aire, para luego responderme: “Aridio (el director del departamento de Letras) tramitó mi jubilación, argumentando que la enfermedad me impedía seguir. Mientras tanto, le pasó todas mis materias a su mujer“. “¿Y ahora qué harás?”, volví a preguntarle. “Nada ñme contestó con ironíañ, Lo mismo que hizo José Antinoe cuando también le golpearon. Haré una fiesta”.
Más tarde, a comienzos de 1994, inventamos una revista de humor político. “El cuchillito de palo”, se llamaría. Lo primero que hicimos fue hablar con el profesor Morales, presidente de la Asociación de Profesores de Mao, pues ellos habían tenido una vez un periódico con este título.
A continuación, recibimos el apoyo económico inicial del Felo, el hermano de Narcisazo y uno de sus grandes protectores. Hablamos con Persio Maldonado, quien nos ofreció un precio ideal, para que lanzáramos el trabajo en la impresora del Nuevo Diario. Conseguimos los fotógrafos, ilustradores y todo.
Pero, entonces, en el momento final nos preguntamos si no sería demasiado arriesgado sacar un medio mordaz, cargado de ironía, cuando la campaña política que se gestaba amenazaba ser violenta y mortal. Enfrentaría a los reformistas, perredeístas y peledeístas que venían del fraude del 90, el “Que se vaya ya”, “El PRD no pasará” y otros antagonismos.
Nos vimos solos, sin partido y sin ningún apoyo y, finalmente desistimos de la iniciativa, lo cual constituyó otra frustración.
Fue entonces cuando sugerí a Narcisazo volver al Show del Mediodía, donde de seguro recibirían con agrado cualquier oferta suya para que volviera a escribir guiones para ese programa. Tuto Thomén aceptó la idea, pero Narcisazo exigió que cambiaran las caras del cuadro de comedias, pues de lo contrario “nadie notaría el cambio”. Esta petición no fue aceptada y el proyecto no cuajó.
Roberto Salcedo
Fue después que se precipitó la última gran frustración. Involucró a uno de sus alumnos más queridos de la Escuela de Bellas Artes, Roberto Salcedo, a quien Narcisazo había lanzado al estrellato conjuntamente con Ramón Asencio.
Ambos salieron del anonimato gracias a los personajes “Tano Kao” y “Pie de Amigo”, creados por Narcisazo para la sección “En la lucha por la vida”, así como “Felipito y Lengua Suave comentan la situación”, todo esto en “El Show del Mediodía”.
Decidí, con la anuencia del amigo, visitar a Roberto Salcedo y proponerle que contratara a su maestro como guionista para sus programas. Este aceptó más antes de cumplirse los dos meses, Narcisazo fue despedido. Quizás algún día el señor Salcedo pueda explicar qué pasó entonces.
De todas formas, ese fue un golpe del cual no se recuperaría jamás. Por el contrario, profundizó la depresión en que estaba y que, durante meses, había manifestado a varios de sus amigos, insinuándoles que tomaría una decisión final, pues “antes que un suicidio moral prefería un suicidio físico”.
Esa depresión era tan profunda que mi hermano, Hipólito Bolívar, director de la academia “La Trinitaria”, y que era pastor evangélico, lo convenció para que asistiera a varios “estudios bíblicos”. Imaginen ustedes: ¡Narcisazo evangélico! Estaba en una situación tan difícil, la moral tan baja, que ni él mismo se reconocía.
Es por todas esas razones que pienso que el autor de “El pueblo se queja en versos”, les insistió a sus amigos más cercanos que “Se quitaría del medio”.
Aunque, ante Rafael Domínguez, su preocupación era el destino de sus restos, pues le expresó “que él no se suicidaría para evitar dar el gusto de que se den banquete con mi cadáver”. Pero a otros amigos y personas cercanas, yo incluido, nos dijo otra cosa. Es más, nos hizo saber, por el contrario, que “mi cuerpo no aparecerá y se le pegará a Balaguer”.
La frase “Me quitaré del medio” se la dijo al propio Bolívar, a Américo y a mí mismo, varias veces. No sé si habló de esto con Ignacio Soto y Antonio Lockward, otros dos de sus grandes amigos.
Pero, lo más definitivo fue esto: dos días antes de las elecciones, el 14 de mayo de 1994, mientras terminaba un ensayo que co-dirigía con Salvador Pérez Martínez, El Pera, se despidió del elenco diciendo: “Es posible que no nos volvamos a ver. Si Balaguer gana, yo no tengo por qué seguir: Balaguer o Yo”.
Diez días después de celebradas las elecciones, el 26 de mayo, cuando aún se discutía el engaño colosal de Balaguer contra Peña Gómez, luego de fracasar en su intento de sublevar la UASD en contra del fraude, Narcisazo salió de su casa para nunca volver.
Es por todo ello que estoy plenamente convencido de que la decisión de ausentarse de este mundo la tomó exclusivamente el propio Narciso González.
Esto, contrariamente a lo que podrían pensar algunos, no le resta ningún mérito. No todos los grandes hombres han de morir en el campo de batalla. Hay algunos que se marchan en silencio, sin estruendo ni estridencias, y aun así su luz queda brillando por siempre en el recuerdo.
Tal es, para mí, el caso de Narcisazo, un dirigente revolucionario que anduvo muchos años desafiando la muerte, desdeñándola, burlándola, mientras defendía los más sagrados derechos del pueblo.
Excelente profesor de letras e historia. Orientador de juventudes, en las aulas y fuera de ellas. Promotor cultural a tiempo completo, enamorado de las ideas más progresistas. Dramaturgo, actor y director de teatro. Editor literario. Uno de los guionistas más fecundos que haya pasado por el país: En la lucha por la vida, Memorias del padre José Miguel, Felipito y Lengua SuaveÖ; Periodista, autor de la sección Callejón con salida, Mochila para principiantes y, en especial, El pueblo se queja en versos, una de las más leídas en toda la historia del periodismo dominicano.
Así que para mí no importa la forma en que murió. Quizá hoy, lejos de la luz, sobre la tierra donde cayó ha crecido la hierba. O tal vez, si fue en el mar, en la penumbra, las espumas que dejó las llevaron las olas. O, quién sabe si fue el viento en una noche aciaga el encargado de esparcir sus cenizas.
De todas maneras, como la verdadera muerte es el olvido, propongo una cruzada para eternizar su memoria difundiendo sus obras y su ejemplo, para que las nuevas generaciones sepan, en verdad, quién fue, cómo pensaba y por quiénes luchó hasta el último minuto de su vida aquel que en vida se llamó Narciso González, mejor conocido por el pueblo como Narcisazo.
Así rescataremos a este gran amigo de la soledad y el silencio, diciendo con Mario Benedetti “Se despidieron de él y en el adiós ya estaba la bienvenida”.
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