martes, 28 de octubre de 2008
Jesucristo: ¿fue un socialista?
Por: Freddy Yépez
La ciencia social sigue teniendo la duda de la existencia de Jesucristo, aunque una buena cantidad de científicos lo han descartado para siempre. Para muchos científicos la resurrección fue el invento que negó la hipótesis de su existencia. Sin embargo, sería mucho exigir y terriblemente injusto, que algún Papa se atreva a negarlo como sí negó el Papa Juan Pablo II la creación del hombre por Dios. Kart Kautsky escribió la obra más científica que se conozca sobre el cristianismo, donde se analiza al Jesús hombre, al Jesús político, al Jesús con ideología, al Jesús antiimperialista, al Jesús revolucionario, pero salvarlo de las revisiones que hicieron los apóstoles de sus postulados no ha sido aún una labor fructífera en toda su plenitud.
En verdad, el cristianismo nace de la necesidad de lucha contra el despotismo y salvajismo del imperio romano. Rosa Luxemburgo sostiene que los infelices buscaban en el cielo la salvación en la tierra. Jesucristo-de haber existido- no tuvo rasgo socialista porque haya sido un líder combatiendo la liberación de su pueblo contra el dominio del imperio romano. Ser antiimperialista, no significa que se sea socialista. No, lo fue en el sentido que el cristianismo planteaba la distribución del producto del trabajo en base a las necesidades de la gente, pero no rechazaba la propiedad privada sobre los medios de producción. Bien sabido es el reparto por Jesucristo del pan entre todos los que estuviesen presentes a la hora de satisfacer la necesidad de alimentarse, pero de allí a ser el propietario de la panadería es un trecho muy largo. Uno de los grandes méritos de Marx es que, precisamente, acotó que para el socialismo era aun más importante la propiedad social de los medios de producción. Sin esto, cualquier socialismo termina siendo un humilde gesto de filantropía que se entierra a sí mismo tan pronto el capital le da vuelta a la tortilla.
lo que más interesa, ¡por ahora!, es la opinión sobre el Jesucristo socialista, por cuanto a más de 2000 años de su muerte sigue siendo un personaje reconocido por millones de millones que creen en su pensamiento y en su obra. En honor a la verdad: el primer artista fue aquel, completamente desconocido por la historia actual, que le construyó forma a la piedra para ponerla al servicio del trabajo del hombre. Lo que sucede es que la historia labora con instrumentos que le identifican claramente en el tiempo. Los vikingos vinieron al continente que se llama América primero que Colón y sus navegantes, pero nunca lo divulgaron para conocimiento histórico de la humanidad. Por eso no aparecen como los descubridores de América. Con el ‘socialismo’ sucede algo semejante.
Comienzo diciendo que estoy en la lista de quienes creen que Jesucristo, ciertamente, no fue el primer socialista ni tampoco fue un socialista propiamente dicho de haber existido. Presiento que el primer socialista o comunista –primitivo por cierto- fue aquel hombre o aquella mujer que tuvo conciencia, en la prehistoria, que los medios de producción –arcaicos, no importa- eran de propiedad social y lo producido –bienes, y no mercancías- estaba destinado a la satisfacción de las necesidades de las gens o de las tribus sin que ninguno conservara sobrante para su provecho propio individual. Conste que no existían ni clases sociales, ni Estado ni Constitución. Jesucristo, según lo que se dice, es de la época cuando el Imperio Romano, y éste era temible por sus atrocidades y política expansionista, era dueño a la fuerza de una buena parte del mundo. Entre las tierras colonizadas estaba, precisamente, la región de donde era oriundo el señor Jesucristo. Se dice que el hombre nació entre 20 y 50 millones de años. Allí comienza la historia humana hasta nuestros días, aunque casi toda haya sido perdida por no haberse escrito la misma. Fueron miles de años los que vivió la comunidad primitiva en un comunismo primitivo, arcaico, pero comunismo al fin y al cabo, donde entre tribus o gens diferentes se intercambiaron productos sin que por el medio existieran el dinero y la mercancía. Pero esa no es la historia de hoy, especialmente, desde Jesucristo para acá. Las manos hicieron historia y socialismo mucho antes que el cerebro y el lenguaje. Lo que nunca se imaginaron las manos, era tener una facultad propia de raciocinio para escribir, porque eso correspondía planificarlo y dirigirlo al cerebro cuando se desarrollara lo suficiente en base al desarrollo de las fuerzas productivas y el conocimiento, precisamente, donde las manos destacaron con una singular virtud no dada a otros órganos del cuerpo humano en ese tiempo remoto.
Dice Cicerón que se comienza a historiar con Herodoto, porque éste inició su escritura. Lo que nadie debe dudar es que fue Marx el creador de la concepción materialista de la historia o lo que Althusser llamaba: continente historia. Bueno, pero dejemos la historia a los historiadores y ocupémonos de Jesucristo y su socialismo.
Se nos dice que Jesucristo predicó la palabra de Dios al servicio de los pobres. Si bien esto por sí mismo no es socialismo, tiene mucho de valor en la lucha contra la dominación de los ricos. Se nos dice que Jesucristo expulsó a los mercaderes –ricos- del templo. Si bien esto no es socialismo por sí mismo, tiene mucho de valor en la lucha contra la explotación del hombre por el hombre. Se nos dice que Jesucristo dijo que primero entraba un kamello –mecate grueso y no el camello animal- por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos. Si bien esto no es socialismo por sí mismo, tiene mucho de valor en la lucha por un Dios amante de la justicia y la igualdad sociales y no por uno que haya dicho que el mundo se hizo con ricos y pobres y así ha de ser siempre. Se nos dice que Jesucristo predicó y luchó contra el Imperio Romano en procura de la liberación de su pueblo. Si bien esto no es socialismo por sí mismo, tiene mucho de valor en la lucha contra el colonialismo y por el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
¿Dónde podemos determinar el socialismo de Jesucristo? El cristianismo fue salvajemente combatido por el Imperio Romano hasta Constantino, quien vislumbrando la inevitable caída de su poder decidió, apresurado, establecerlo como la religión oficial del Estado. Jesucristo, ni siquiera en condición de resucitado, se enteró del derrumbe del poderoso Imperio que lo crucificó por andar de ‘loco’ predicando la liberación de los pobres y el respeto al derecho de soberanía de su pueblo para decidir su propio destino. Los cristianos, aunque luchaban en común por su liberación frente al Imperio Romano, se dividían entre los pocos ricos -que eran propietarios de medios de producción y riqueza- y los muchos pobres -que carecían de medios de producción y padecían la miseria extrema-. Sin embargo, en el cristianismo –mientras no ostentó poder político- hubo un principio de solidaridad común que consistió en distribuir la producción entre todos para la satisfacción de sus necesidades materiales más apremiantes. Se supone que mientras Jesucristo vivió, como profeta del cristianismo, a nadie se le ocurrió negarse a esa solidaridad de la distribución de la riqueza. Pero aun así, la mayoría de los cristianos vivían pobreza extrema y sufrían de dolores muy alargados por la opresión a que estaban sometidos por el Imperio Romano. Es en ese sentido que se puede hablar del socialismo de Jesucristo, porque no se conoce ningún testimonio donde el Señor haya predicado la propiedad social sobre los medios de producción; es decir, no era un socialista completo. Ahora, que nada se tome para desmeritarlo en su lucha contra el Imperio Romano y por la liberación de los pobres contra los ricos de haber existido.
Sin embargo, como doctrina, el socialismo cristiano nace en los últimos veinticinco años de la primera mitad del siglo XIX en los países más desarrollados del capitalismo (Francia, Inglaterra y Alemania). El socialismo cristiano evidenció un rostro romántico de utopismo, aunque pregonaba un ideal de liberación de la clase trabajadora, combatía los males que provenían de la explotación y la pobreza. La vía para conquistar sus objetivos la concebía a través del autoperfeccionamiento moral y religioso y dejaba por fuera las verdaderas causas que generan la miseria y el sufrimiento para los muchos impuestos por los pocos que disfrutan de la riqueza y el privilegio, es decir, por los amos de la propiedad privada sobre los medios de producción y del capital para la explotación de clases. El documento central de donde parte la concepción del socialismo cristiano es la célebre y hoy día olvidada encíclica <> del papa León XIII (1891), precisamente cuando ya se comenzaban a expresar algunos indicios de imperialismo capitalista.
Ahora, partiendo de que una por una no es trampa, si un sacerdote invoca el antisocialismo del Señor Jesucristo para defenderle su cristianismo como sostén del régimen capitalista, los marxistas tenemos el derecho o el deber de invocar el cristianismo del Señor Jesucristo para defenderle su socialismo como la vía de la liberación de los pobres de toda expresión de esclavitud social. Sin embargo, hay que repetirlo, las ciencias trabajan con categorías científicas ya comprobadas en la experimentación de la práctica social y no con la imaginación que se conforma con mitos y dogmas hacedores de milagros.
Hoy día también brota la necesidad, esencialmente para los feligreses, de preguntarse: ¿De qué lado está el Dios único: de los ricos o de los pobres? Si razonáramos que Dios hizo el mundo y el hombre a su imagen y semejanza, y hoy estén tantas desigualdades e injusticias afectando a la aplastante mayoría empobrecida de la humanidad y favoreciendo a una minoría insignificante de ricos y Dios no hace nada por resolver esa enorme contradicción, no le caigamos a peñonazos a quienes, creyendo en un Ser Supremo que dirige el mundo, se pongan a inventar un Dios nuevo, bondadoso, solidario, todopoderoso, que decida situarse del lado de los pobres en su lucha por la emancipación de los pobres de toda explotación y opresión de los ricos.